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EL MOTOCICLISTA NO ES EL PROBLEMA, SINO LAS JERARQUIAS DEL ESTADO

 COMENTANDO:  Estos inútiles, hablo del ministro de Seguridad y del director del OIJ, toman a los motociclistas como cabeza de turco.  Supongo que en el caso de Zamora quiere omitir los recortes presupuestarios aunque eso signifique criminalizar a los operadores de todo vehículo de dos ruedas, los cuales son simples herramientas.  

Olímpicamente estúpìda la idea de numerar las chaquetas de los motociclistas y lo que puede lograr tal caballada es queel motociclista sea víctima del hampa hasta para robarle una campera y así proteger su identidad con una suplantación.

Y el delito es evidente, no está en trabajar. No se puede criminalizar la informalidad, sino entenderla como una desgracia que ha llegado a la sociedad costarricense con complacencia de las mismas mentes que nos implantaron el TLC y las exoneraciones a los grandes.  Lo que pasa es que cuando el operador es obrero y es un limpio, la ley les mira diferente. Es lo mismo que cuando se habla de narco y lavado de dinero, pero nadie mira hacia los grandes corporaciones comerciales o los mercados de infraestructura.

Mientras este par de jerarcas anda predicando el estigma contra las motos y los cascos, los señores y señoras de toda edad que se dedican a este oficio hacen catorce o dieciséis horas al día para intentar salir tablas con su vida.

Y ni siquiera tienen derecho a enfermarse.

Supongamos que estamos unas décadas atrás y los crímenes se cometen —qué sé yo— a sartenazos o con un desatornillador que le atraviesa el pescuezo a la víctima.

Y que se hace práctica viral.

¿Corresponde por ello vetar la fabricación de las sartenes y de determinadas herramientas? A nadie le cruza la mollera tal idea.

Entiéndase que la moto es, al final de cuentas, un vehículo democrático. Si mucha gente excluida puede comer y vestirse se debe a este instrumento. Hasta salir a pasear en familia puede ser posible para los estratos de bajo ingresos, merced a que su consumo de combustible es menos desangrante que el de cualquier vehículo.

Por otra parte, los búnkers y los centros de delincuencia son constamente denunciados en las barriadas por gente que aunque teme asomarse a la puerta, bien vigila por el visillo las conductas anormales de la comunidad, la llegada ostentosa de un vecino, el gasto desmedido de fulana en el salón de enderezado y pintura, etc. 

Y sin embargo, los medios, estos hijos de la gran, le siguen el juego al poder quemando como cabeza de turco al obrero de reparto.

Maldita sea la doble vara que rige el poder y el mercado y la prensa que les sigue el juego.


De estos días

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De años idos